28 feb 2009

Las Luces


HISTORIAS DE TERROR


Esta historia me contó una chica de unos 16 años, y no le sucedió a ella, sino a su madre, una ecuatoriana que emigró a España para buscarse la vida, teniendo que alquilar una casa con su joven esposo que apenas tenía comodidades. Al principio sólo eran sonidos, rasguños en la almohada que mantenía abrazada mientras trataba de descansar después de tantas horas de trabajo. Le asustó, cierto, pero mantuvo la calma y pensó que era su propio agotamiento el que la hacía tener alucinaciones auditivas. Los rasguños en la cama no son tan habituales. Son visitantes que quieren comunicarnos que "están ahí también, que no estamos solos". La joven vivió con esa extraña experiencia unos días y terminó por acostumbrarse, pero una noche ocurrió algo terrible. Estaba tumbada en la cama, descansando, su marido estaba afeitándose en el cuarto de baño, y de pronto unas lucecitas de un tamaño algo mayor que de las canicas, blancas azuladas y brillantes, comenzaron a salir de debajo de la cama. Subieron, ascendieron hasta ponerse encima de ella, y bailaron. La chica las miró estupefacta, tragó saliva y respiró profundamente. Y entonces las luces comenzaron a bailar con movimientos más bruscos, y una poderosa fuerza salió de ellas. La chica notó esa fuerza en puñetazos y patadas invisibles que la golpeaban y estampaban contra las paredes... Gritó, y su marido se cortó con la gillette. Cuando él iba a salir la puerta del cuarto de baño se cerró de golpe. La joven española emigrante sufrió una paliza que la dejó destrozada. No volvió a ocurrirle porque volvió al Ecuador entre lágrimas y terrores. Durante años jamás contó la historia, y cuando lo hizo, fue para contárselo a su hija -la confidente-, quien me confesó que su madre no podía hablar del tema sin echarse a llorar y a temblar. Su hija también lloró al contármelo.

La Vision

Historia:
Se habían reunido un grupo de jóvenes para hacer espiritismo y habían adecuado la habitación para que todo fuera más lúgubre. Les quedó bien, iluminados tan sólo por las velas encendidas, los amigos se dispusieron a practicar la ouija y durante un rato se estuvieron divirtiendo. Alguien les contestaba, aquello estaba animado. Entonces uno de los chicos comenzó a hacer cosas raras y todos dirigieron sus miradas hacia él. El chico que me contó la historia alzó su rostro y vió algo más... algo que los demás no pudieron ver.

Dos fuertes manos aprisionaban la garganta del chico y apretaban, apretaban. La víctima abría la boca y buscaba aire pero nadie supo cómo ayudarle, tenían mucho miedo. El chico que observaba miró hacia arriba y vió al dueño de esas manos. Tras la víctima, estaba su propio padre muerto años atrás. El fantasma del padre que asesinaba al hijo más allá de la realidad... en forma de espíritu estrangulaba un cuello que los otros chicos veían desnudo, sin esas manos apretando y apretando... Al final ocurrió lo impensable. La víctima se soltó de las manos y corrió en dirección a la ventana para lanzarse al vacío. Los amigos actuaron rápido esta vez y consiguieron cogerlo de las piernas salvándole la vida.